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Fiolee: Criminal Minds Chapter 8

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"Perder un amor, duele. Perder un amigo... mata"

Forcejeaba para que la soltaran, pero los dos vampiros le hacían caso omiso. Le habían tapado la boca con un trapo asqueroso, aunque nadie la escucharía gritar donde estaba. Y si la escuchaban, la ignorarían. Por lo menos no le habían puesto nada en los ojos. Una pequeña e insignificante ventaja.  

También tenía atadas las manos, pero si alcanzaba a agarrar su kurisagama de su cinturón… Mierda… Había dejado su Kurisagama en la casa, y ya más de una vez había intentado golpear a los vampiros para liberarse. Obviamente no lo había logrado.

Mientras caminaban se dio cuenta de que estaban en un panteón, o al menos eso creía. Varias columnas que algún momento fueron blancas se levantaban llenas de polvo a los lados, cubiertas de enredaderas. El lugar era enorme, algo incompresible… ¿Para qué coño un muerto necesitaba una mansión?

Volteo la cabeza hacia Marshall, para ver si tenía alguna esperanza a la que aferrarse. Nada. Ni un giño, ni una señal, ninguna expresión de complicidad. Ni siquiera la estaba mirando. No había nada que pudiera decirle. No sabía que mierda estaba pasando por su cabeza. Lo miro fijamente por un rato, intentando que volteara. Otra vez nada.

- Entra ahí, maldita cazadora – escucho la irritada voz de Ittan.

El vampiro la empujo fuertemente hacia un pequeño cuarto lleno de ataúdes y gente muerta, encerrándola allí. Se quito la venda de la boca y golpeo la puerta con todas sus fuerzas. Insultaba a los vampiros, y les decía de hasta que mal se iban a morir si eran eternos mientras pateaba el fuerte mármol. Se detuvo al oír un sonido metálico y voces por detrás de esta. Se asomo por uno de los huequitos de la madera, escuchando la conversación y viendo lo que pasaba.

- En unos días se va a morir de sed y hambre. Y en el caso de que la descubran los humanos, para entonces nosotros ya estaremos en la Nocheosfera o algún otro sitio… – decía Ittan tranquilamente, mientras le ponía doble llave a la puerta, algo extrañado de que la humana se hubiera callado – ¿Tu qué opinas, Mar…?

No pudo terminar la frase. El pelinegro le había dado un golpe en la nuca con su guitarra- hacha. No supo si estaba muerto, pero había caído en el suelo, supuestamente inconsciente.  Además… ¿no y que los vampiros eran inmortales?

Se aparto de un salto brusco al sentir la puerta abrirse. Marshall le dio una breve señal con el cuello de que saliera. No había ninguna expresión en su rostro. Ni complicidad, ni alegría, ni enojo, ni tristeza. Otra vez… nada. Odiaba eso.

Lo estaba siguiendo… pero ¿Por qué diablos lo estaba siguiendo? Estaba confundida… ¿Qué Marshall no debería odiarla por haberlo arrestado, humillado y obligado a trabajar para ellos?  ¿Por qué la había salvado? ¿Por qué…?

Salió de sus pensamientos cuando vio que el vampiro le había hecho una señal de que la siguiera en silencio. Habían llegado a la salida del panteón, y ya se escuchaban los ruidos de la fiesta. Tuvo una idea. Le agarro el brazo a Marshall al estilo novia. El volteo a mirarla, extrañado. Ella le dedico una mirada de “para pasar desapercibidos”, pero en verdad lo hacía para ver cómo reaccionaba. Quería saber que estaba pensando. Porque la había rescatado. Pensó que lo iba a descubrir cuando vio su expresión confundida. Pensó que podría poner una sonrisa pervertida, demostrándole que lo hacía por conquistarla o para llevarla a la cama, como con las otras sonrisas, pero que iba salvarla. O una sádica, diciéndole que le esperaba algo aun peor que lo de morir en el panteón. O hasta una simple sonrisa normal, indicándole que había un pequeño signo de lealtad hacia el trato.

Mierda… de nuevo esa expresión vacía y sin sentido. Algún día tenía que aprender a hacerla.

Siguieron caminando por el cementerio intentando no llamar la atención. Era un caso perdido. Todo el mundo volteo al ver salir al Rey Vampiro con una chica.

- Hey, Marshall… ¿te vas tan pronto? – pregunto alguien con tono pícaro.

Mierda, pensó.

- Si, amigo. Me tengo que ir – la voz de Marshall sonaba relajada y tranquila, pero en vez de sonreír  tan solo había logrado un gesto algo torcido.
- Bien por ti – le respondió evaluando de arriba abajo a la chica, mientras esta sonreía nerviosamente. Ojala que nadie encontrara el cuerpo inerte de Ittan…
Varios gritos se escucharon desde el otro lado del cementerio. De varios portales fueron saliendo seres extraños. Eran demonios, pero eran muy diferentes a los que estaban en la fiesta. La mayoría tenían sus cuerpos completamente negros de diferentes formas, parecían hechos de puras sombras. Algunos estaban llenos de espinas. Otros parecían más humanos, pero tenían sonrisas y miradas sádicas y diabólicas que asustarían a cualquiera.  

Definitivamente no eran el típico bicho rojo con cuernos y un tenedor gigante.

Comenzaron a atacar a todos aquellos que estuvieran en la fiesta, mientras varios vampiros intentaban detenerlos, obviamente fracasando. Y ella como siempre tan pendeja había dejado su kurisagama en el peor momento. Nunca había visto ese tipo de demonios en las ciudades. Al parecer no les agradaba vivir con humanos.

Ella no sabía quiénes eran. Pero Marshall sí.

Eran los desterrados de la Nocheosfera.

Y venían por él.

El vampiro comenzó a atacar con su guitarra-hacha a todos los demonios que se le acercaban, mientras Fionna se quedo parada, observándolo por un momento. La humana vio que una vampira tenía una pistola en la mano, pero al parecer estaba demasiado asustada como para usarla.

- Vete y dame la pistola. Yo me encargo de esto – le dijo amablemente. En cualquier otra situación cazarla habría sido su objetivo, pero se estaba dando cuenta de que algunos vampiros no eran como ella y todos los cazadores creían.

La chica no se negó y le entrego el arma inmediatamente. Comenzó a matar a todos los bichos raros, y hasta salvaba a los vampiros que podía. No era momento de ponerse a discriminar.

Vio hacia una parte del cementerio, la que tenía algo parecido a un pequeño bosque. Era el sitio por el que Marshall y ella habían entrado volando a la fiesta. No había ningún demonio cubriendo esa área, o al menos no visible. Le quedaban apenas tres balas, y tenía la oportunidad de escapar en bandeja de plata. Salió corriendo hacia allá. Dos demonios se le atravesaron, dos balas atravesaron sus cabezas.

Paro cuando escucho un grito a sus espaldas. La voz era la única que conocía de esa fiesta.

Era Marshall.

Estaba en el suelo, agarrándose la pantorrilla de la pierna izquierda. Un vampiro o demonio o la mierda que fuera le había disparado.  El vampiro volteo a verla a ella, ella volteo a verlo a él. Sus miradas se cruzaron por un instante. Sus ojos carmesí llenos de dolor le suplicaban que la salvara. En los suyos tan solo se leía indecisión. Él le había salvado la vida. Ella se lo debía. A ella no le gustaba deberle nada a nadie. Mucho menos a un vampiro. La vida se paga con la vida. Punto.

El mismo demonio estaba a punto de clavarle la guitarra-hacha en el cuello al vampiro. Su última bala le atravesó el pecho.

Lanzo la pistola vacía en algún lado y corrió hacia Marshall. Le paso su brazo por los hombros y lo ayudo a levantarse. El vampiro se negó a dejar su guitarra y lo cogió con la mano que tenia libre. Comenzaron a correr lo más rápido que sus tres piernas y medio les permitían.

Salieron por donde habían entrado.

________________________________________

Ya había pasado como una hora desde que habían dejado atrás el cementerio. No contaban con ningún reloj, pero de seguro eran como las dos o tres de la madrugada. Estaban en un pequeño parque de alguna parte lejana de la ciudad. El vampiro lograba caminar a medias, apoyándose en los hombros de la humana.

Fionna seguía confundida. En todo el camino no se habían dirigido  la palabra. No entendía porque Marshall la había salvado. Hubiera sido muy fácil para él haberla dejado encerrada ahí y haberse largado con Ittan. Todavía no sabía sus razones, pero de seguro debían ser buenas si lo hicieron no dejar que una cazadora muriera.

De pronto el vampiro se tropezó y cayó al suelo, agarrándose fuertemente la herida. No soportaba más el dolor. Lo había logrado ocultar por casi todo el camino, pero cada vez que pisaba sentía como si tuviera fuego bajo la piel, quemándole cada parte de su cuerpo sin vida. La humana se agacho a su lado, extrañamente preocupada. Sabía que no era necesario salir con la estúpida pregunta de “¿Estás bien?”. Su cara ya le daba una más que clara respuesta.

Lo ayudo a pararse, y lo sentó en uno de los bancos de la plaza. Le levanto la pierna izquierda, y la puso encima de su regazo. Le levanto un poco el pantalón, mientras el vampiro hacia una mueca de dolor al sentir la rustica tela del jean traspasar la herida. Observo detenidamente la pierna: la bala no había atravesado el hueso, pero si se había instalado en lo más profundo de la piel, dejándole a la vista gran parte de la carne. Le dieron ganas de vomitar. Curar heridas nunca había sido su punto fuerte.

No tenía alcohol. No tenia agua. No tenia vendas. Mucho menos un quirófano para sacarle la bala de su cuerpo. Ni siquiera el valor para sacársela ella misma. Tendría que improvisar. Se arranco un pedazo de la tela de su camisa, siguiendo las pocas instrucciones que recordaba de aquel curso de primeros auxilios.

El vampiro la observaba mientras hacia su trabajo. Se impresiono de que la chica se hubiera preocupado por él. En sus ojos azules se podía distinguir un extraño brillo de concentración mientras le limpiaba cuidadosamente la herida con la tela azul. Él sabía que eso no serviría de nada. Los vendajes se utilizaban cuando una persona se estaba desangrando. Él no sangraba. No tenía sangre corriendo por sus venas ya que estaba prácticamente muerto, y a los muertos el corazón no les bombea sangre. Y estaba seguro de que tampoco le aminoraría el dolor que le daba el tener la bala incrustada. Pero igual se sentía bien que alguien se preocupara un poco por él. Hasta parecía que él le importaba. O al menos le importaba lo suficiente como para no haberlo dejado abandonado en el cementerio. Por primera vez en 996 años sentía que de verdad le importaba a alguien.

- Gracias – dijo él.

La chica volteo a verlo, extrañada.

- ¿Por qué?
- Por todo.

El vampiro había apartado la mirada, y estaba serio, pero en su rostro se podía ver que lo decía sinceramente. Por primera vez desde que lo conocía le pareció ver un gesto de amabilidad de su parte. Sonrió enternecida.

- De nada – le respondió, mientras le hacia un doble nudo al improvisado vendaje – Aunque también tengo que agradecerte

El chico volteo a verla.

- ¿Por qué tienes que agradecerme?

La chica lo miro fijamente a los ojos.

- Pudiste haberme dejado encerrada muriendo e irte para cualquier lado del mundo. Tenías todas las razones posibles para hacerlo. Yo he sido entrenada toda mi vida para matarte a ti y a toda tu especie. Soy una de las mejores cazadoras de la central. Ya he perdido la cuenta de a cuantos vampiros he matado con mis propias manos… y jamás me he arrepentido de haberlo hecho. Te arreste para que trabajaras con nosotros como informante en contra de tu voluntad… y si la misión hubiera sido matarte lo hubiera hecho sin dudarlo… Y… a pesar de todo eso… me salvaste. No lo entiendo. – dijo ella, sinceramente – Siempre pensé que los vampiros eran desalmados. Que mataban a los humanos por placer o por comérselos, y que tú eras uno más de ese montón. No entiendo porque tú fuiste diferente.

Un silencio incomodo lleno el lugar. La chica le había hablado con toda la verdad.  Había tenido la confianza suficiente con él como para confesarle todo eso, y preguntarle porque lo había hecho. Por alguna extraña razón, sintió que confiaba más en ella

- No quería ser como todos ellos esperan – le respondió de repente.
- Sigo sin entenderte…
- Tienes razón en eso – siguió hablando el vampiro. Sus facciones tan solo tenían una expresión sombría – Tuve la oportunidad perfecta. Simplemente pude haberte matado y ya. Nadie me reprocharía nada. Nadie pensaría que eso sería extraño. Nadie se sorprendería de que el Rey Vampiro matara a una cazadora y luego huyera. Al final de cuentas, todo el mundo quiere que yo sea así. Desde que los vampiros existen se ha impuesto que sean así. Todos siempre han esperado que maten, hasta tú. Y a los que no quieren ser así los tratan como si fueran basura. Siempre han esperado eso de mí. Pero prefiero morir a ser como ellos quieren.
- ¿A eso te referías con la canción… verdad? – le pregunto ella, curiosa. El vampiro soltó una sonrisa melancólica ante esa pregunta.
- Eres la primera en entenderla.
- No soy tan estúpida como todos los demás. Se notaba que querías decir con todo eso. Cualquiera con medio cerebro se hubiera dado cuenta.
- Eso explica porque tú la entendiste – se burlo el vampiro con una gran sonrisa.
- Imbécil – le dijo ella, curiosamente sonriendo. Le comenzaba a caer bien – Pero hay algo que aun no entiendo… ¿a qué te referías con estar esperando y todo lo demás?

El vampiro se sorprendió ante eso, pero igual tuvo la certeza en que podía responderle. Aunque la respuesta a esa pregunta era su vida.

- Hanna Abadeer, mi “querida” madre, además de ser la gobernante de la Nocheosfera,  es mitad demonio y mitad vampiro, y de mi padre no tengo ni la menor idea de qué coño fue, así que por eso desde pequeño fui una mezcla extraña entre vampiro y demonio, y supongo que algo de humano debo tener. La verdad no me acuerdo mucho de mi infancia, pero sé que cuando tenía 5 o 6 años comenzó la Guerra De Los Champiñones. Mi madre se fue a vivir a la Nocheosfera para gobernarla, y me abandono en medio de la guerra. La única persona que se ocupo de mi fue Simone, pero luego de la guerra ella también se fue. Cuando tuve unos 20 años conocí al Rey Vampiro, el cual me convirtió completamente en uno de ellos, y luego lo mate. Hanna volvió después de todo eso, y me ofreció gobernar la nocheosfera, que actuara como El Rey Vampiro que era y que me encargara de mi Reino, pero yo me negué.  Por los siguientes trescientos años estuve vagando por los restos del mundo, alimentándome de cosas rojas y esperando algo que ni yo sabía que era. Resulto que los humanos más inteligentes habían hecho un refugio subterráneo y se habían mantenido al margen de todo lo que había ocurrido. Lamentablemente pudieron repoblar el mundo y olvidar todo lo que había pasado. Fui testigo de los siguientes seiscientos años de la humanidad. Hubieron dos guerras más, pero como la de los Champiñones la habían olvidado las pusieron como que habían sido la primera y la segunda. Los humanos son estúpidos, olvidan las cosas que sus antepasados sufrieron por las guerras y comienzan a pelear por tierras y armas como unos idiotas, sin darse cuenta que lo único que están haciendo es destruirse a sí mismos. Hace como cien años conocí a Ashley, la única chica de todas las que había tenido que logro cautivarme, pero tan solo fue una maldita perra que vendió una de las cosas que yo más amaba. Toda mi vida han querido que actué como el Rey vampiro. Que me encargue de la nocheosfera y de la bola de ratas que están allí, pudriéndose.  Pero nunca he querido serlo. Durante años he huido sin saber de qué. Creí que, si corría más que el horizonte, las sombras del pasado se apartarían de mi camino. Creí que, si ponía suficiente distancia, las voces de mi mente se callarían para siempre. Mil años son suficientes para darte cuenta de que la vida vale verga. Siempre he esperado por algo diferente, algo que valga la pena. No tengo nada que hacer. Es más; no tengo la más mínima idea de que puedo hacer hoy, mañana, dentro de un mes, un año a un siglo. Tal vez es lo mejor para no angustiarme ni creerme perdido. No sabes que vas a hacer para sobrevivir, pero no importa.  Vives como un cometa, arrastrado por el viento, y te sientes bien. Solo que muchas veces ni siquiera sopla el viento.

El vampiro termino de hablar con una mueca melancólica y sombría en su rostro. Estaba mirando hacia otro lado inmerso en sus pensamientos. Se impresiono que le hubiera contado todo eso a una simple humana. La chica había escuchado toda su historia, perpleja. Jamás había pensado que detrás de esa sonrisa seductora y esa mirada hipnotizante había una historia tan fuerte y difícil.

- Eres impresionante – fue lo único que logro decir – ¿Sabes? Jamás pensé que… fueras así. Que tuvieras tantas cosas ocultas.

El inmortal sonrió un poco ante ese comentario.

- Uno nunca sabe las historias de las personas, e igual creemos conocerlas – le respondió él – ¿Y tú, Fionna? ¿Qué clase de historia tienes detrás de la fachada de cazadora invencible?
- No, viejo. Eso sí que no. Mi historia es mi historia – le dijo ella, correspondiéndole la sonrisa.
- Yo te conté la mía… ¿Por qué tú no puedes contarme la tuya?
- ¿En verdad quieres escuchar la historia de la pequeña e imbécil huérfana de Fionna Murtons? – le pregunto. El vampiro tan solo la miro fijamente con una gran sonrisa, dándole una clara respuesta – Bueno, en verdad no tengo ni la menor idea de quienes fueron mis padres, pero dejarte abandonada en una cesta enfrente de una casa desconocida no parece que sea la mejor de sus decisiones, ni tampoco el mejor de mis recuerdos. Por suerte en esa casa vivían Josh y Margarine Murtons, los que me adoptaron cuando estaba recién nacida, y que actuaron como mis padres de verdad. También estaba Cake, su hija, y mi hermana. No teníamos el mismo ADN, pero para mí era mi hermana mayor, y yo era su hermanita pequeña. Siempre me tuvieron como parte de la familia a pesar de todo, y siempre me hicieron sentir una Murtons digna de llevar su apellido. Cuando cumplí ocho años mis padres murieron. Cake tenía veintitrés… y era una cazadora. Me llevo a la academia de Nueva York, donde me volví una cazadora, como ella. Allí conocí a Gumball, él era mayor que yo y por eso estaba en un mayor rango, pero tan solo estaba como científico y creador de armas. Los dos nos hicimos mejores amigos, y yo lo salvaba en muchas misiones, pero en verdad era porque… estaba enamorada de él. Muchas veces intente llamar su atención, pero él tan solo me decía que yo era muy joven y que tan solo era una obsesión, no amor. Ahora es que me doy cuenta que tenía razón. Cuando yo tenía catorce él se fue para un curso de armas en Argentina, y no supe nada de él en esos tres años. Me volví la mejor cazadora de la central. Un día me llego una carta pidiéndome que fuera a Virginia para que me dieran un asenso hacia otra institución. Le pedí a Cake que me acompañara, y le dije que pensaba negarme y quedarme donde estaba. Luego de llegar aquí a la ciudad me entere de que unos vampiros habían quemado la central… con todas las personas adentro. Habían quemado el sitio en el que había pasado la mayor parte de mi vida. Me sentí tan frustrada e impotente. Otra vez me habían quitado lo poco que tenia. Fue el tercer peor día de mi vida. Acepte el traslado, y me encontré de nuevo con Gumball. Creo que fue lo único bueno que tuve, además de que Cake hubiera sobrevivido. Luego me dieron la misión de arrestarte para que nos informaras sobre los asesinatos y los vampiros. Patrick me confesó su amor, y yo le dije que no sentía nada por él. El resto de la historia ya te la sabes.

El vampiro tan solo comenzó a reírse.

- ¿De qué te ríes, imbécil?
- ¿En serio te enamoraste del mariquita de Bubba? – varias carcajadas salieron de su boca. La chica se sonrojo notablemente.
- Sí, me enamore de él, lo admito… ¿feliz? – dijo ella, molesta y roja como un tomate.
- ¿Bubba? ¿Es en serio? Tienes gustos pésimos.
- Los mismos que tú tienes para haber elegido a un amigo como Ittan – le reprocho ella recordándole todo lo que había hecho el vampiro – ¿Cómo conociste a ese idiota, Marshall? – le pregunto, curiosa.
- Era el asistente de mi madre. Lo conocí un día que fui a visitarla. Era como su mano derecha, algo así como mi suplente. Yo no tenía ningún problema en que el ocupara mi lugar. Más bien me sentía genial con eso. Nos hicimos buenos amigos, aunque no sé si debería llamarlo así. Creo que amigo es una palabra demasiado grande. Tan solo íbamos de fiesta y hacíamos estupideces juntos, pero jamás confié en él de verdad. Jamás lo considere un amigo. En verdad, jamás tuve un verdadero amigo – una expresión melancólica inundo el rostro del vampiro.

La chica sintió un poco de simpatía hacia el vampiro. Ella tampoco tenía amigos. Ya había perdido a Gumball como un amigo de verdad. A Flame no lo consideraba aun como un amigo. Y Cake era su hermana, si, pero había cosas que no podía decirle tan abiertamente. Sintió un extraño impulso en el corazón.

- ¿Amigos? – le pregunto ella con una gran y sincera sonrisa, ofreciéndole su mano derecha.

El vampiro se sorprendió ante esa pregunta. Era extraño. Ella era una cazadora, él era un vampiro. Él le había salvado la vida. Ella se lo había pagado. Ella había confiado en él. Él ya había confiado en ella. Por primera vez en mil años sintió que de verdad podía creer en alguien.

Por segunda vez en su vida creyó tener una amiga.

- Amigos.
–corre antes de que la maten por haber tardado una eternidad en subir esta vaina

Pd: Son las 9:30 y me están gritando que me acuesta a dormir o si no no tendré computadora hasta los 18 años, luego daré una explicación decente con mi palabrero de siempre (eso rimo! 
–le pegan–(?)

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